Llego a casa y la encontró enfrascada en algún quehacer en la cocina. - Hola cariño - Nada, ninguna respuesta. Se daba cuenta de que seguía llamándola cariño por la fuerza de la costumbre. Llamarla por su nombre le habría resultado extraño. Se dirigió a su cuarto, donde ya sólo compartían cama dos extraños. Tomó la maleta en la que había guardado algunas cosas, las imprescindibles y salió por la puerta. - Adiós cariño, suerte... - Nada, ninguna respuesta.
Ya en la calle, caminando hacia otro destino, se dio cuenta de que muy lejos, donde apenas llegaba la vista, entre las nubes. Un pequeñísimo rayo de luz comenzó a iluminar las hojas que se llevaba el viento.
Dos extraños
Era un día de esos de finales de otoño. El cielo, de color gris plomizo, estaba encapotado. La poca luz que conseguía abrirse paso entre las nubes apenas arrancaba alguna sombra. Por la calle se veían hombres enfundados en abrigos grises y con paraguas negros en la mano. Los hombros encogidos por el frío y el paso rápido. Las mujeres no daban el toque de color que suelen dar en primavera con los vestidos cortos y coloridos, no, iban y venían con prisa. Saltaban los charcos dando pequeños saltitos, algo acrobáticos debido a los zapatos de tacón que estaban tan de moda.
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TOMAAA...
ResponderEliminarMuy otoñal
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