El sonido del agua golpeando el cristal de mi ventana, el viento que empeñado en hacerse escuchar azota los arboles de la calle. En ese momento, con los ojos abiertos sin remedio, el mundo se entromete en mis sueños. Obligado a permanecer en vela durante horas miro al techo, miro alrededor, al armario de luna, ojeo un libro. Tan cansado estoy que ya en las primeras letras se me cierran los ojos. Dejo el libro sobre la mesilla ya no puedo volver a cerrarlos.
Mi estómago decide que es hora de protestar. Una bocanada de ácido me viene a la boca. Con una llama que me sube por el pecho doy por perdida la batalla. Salgo de la cama, son las cuatro. No he dormido y me duele todo el cuerpo, mis entrañas arden mientras los jugos gástricos campan a sus anchas dentro de mí.
Me asomo a la ventana y puedo ver entre las gotas que impactan contra el cristal que los árboles de la calle cimbrean a merced del viento. Observo pasar a un grupo de chavales. A pesar de la noche de perros tienen ánimo de andar de aquí para allá. Deambulo por la casa hasta que despunta el alba. Suena el despertador, otro día de lluvia.
Siempre es en la noche cuando aparecen los demonios.
ResponderEliminary de madrugada cuando mueren los enfermos.
ResponderEliminar